domingo, 10 de junio de 2007

Tú ya estás muerta...

En estas tardes de verano me detengo a contemplar cómo muere el sol bajo el océano inmenso que se ve desde mi ventana. Voy y vengo a la cocina para recargar mi vaso con vodka y hielo, sintonizo jazz en la computadora, y nadie más parece habitar en este viejo edificio donde vivo. Es la circustancia perfecta para practicarse algo así como una endoscopía pero por los conductos del corazón, a ver si se pueden desatascar de una vez por todas.

Tú has ido y venido mil veces por mi vida y seguramente también por las de otros. Sin embargo, has decidido de facto anidar desde siempre y para siempre en el castillo del hombre que dices a todo mundo que no amas, pero que es el padre de tus hijas y que obviamente te ama más que todos "nosotros", señora de todas mis narraciones, pues, y si no fuera así, te hubiera puesto hace muchos años de patitas en la calle de cemento o en la de su propio corazón... que también existe y se llama indiferencia.

Y yo, tu amante extranjero, de tierras y calendarios lejanos, al que intentas embalsamar para hacerlo perdurable a través del messenger y del teléfono. Vano esfuerzo, pues, los bálsamos llevan a pensar primero en momias y luego en difuntos, por todo lo cual debo aclararte que nuestro amor murió hace años, y que sólo una perversión necrófila podría negarse a aceptarlo... Salvo que los muertos puedan también amar. Y si este fuera el caso, entonces podría decirse sin lugar a mucho error que tú ya estás muerta...

Lima, 11 de Abril de 2007.

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