domingo, 10 de junio de 2007

Suicidandome el amor...

Hay adioses enfermizos que son como patologías incurables que uno puede tratárselas para hacer como que no están, pero ahi siguen carcomiéndonos la vida todos los días y estallando apenas descuidamos la pomada, la pastilla o cualquier otro artilugio de la farmacología de hoy.

Los adioses de la señora, por ejemplo, nunca significan sino un cambio de canal comunicativo. Desaparece por el escrito pero reaparece por el hablado. O los de la Paloma del otro día, que con frecuencia me induce a pensar que se ha ido definitivamente para luego reaparecer en el momento menos pensado. ¿Qué buscarán todas estas damas al comportarse de esta forma tan inconsistente?

Tal vez lo que pretendan sea escuchar de mi voz un adiós rotundo y suicida, pues, sé que están convencidas que sin ellas no podría vivir. Hoy, por lo tanto, decido que sería conveniente experimentar este "suicidio" y demostrar que en la vida nada ni nadie es imprescindible.

Adiós a ambas, he "suicidado" vuestro amor en mí...

Lima, 30 de Abril de 2007.

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